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martes, diciembre 3, 2024
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Duarte: independencia, no separación

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Por: Dantes Ortiz Núñez

Danteortiz1957@gmail.com

En el aniversario de la fundación del Estado-nación, encontramos que los planes anti nacionales están más activos que nunca. Aquellos que pugnan por cambiar la historia dominicana, negando aviesamente los agravios de que ha sido víctima, por igual sostienen que Duarte no merece ser reconocido como padre y fundador del Estado y se afanan, inútilmente, en querer desmontar los simbolismos ideológicos de la nación de los cuales la figura de Duarte es la principal.

Está fuera de toda duda razonable que Juan Pablo Duarte concibió la idea de la independencia nacional, trabajó para organizar y educar al núcleo que la hizo realidad, trazó la estrategia y las tácticas que se efectuaron en aras de la consecución del supremo objetivo: la independencia nacional dominicana.

Nadie con conocimientos históricos osa negar la génesis de La Trinitaria como vanguardia política creada tras el retorno de Duarte de Europa.

Al regreso a la patria creó una escuela de cuadros políticos, había traído los textos que sirvieron para montar las obras teatrales con las que se hizo propaganda patriótica; trabajó en la formación de un núcleo de jóvenes que estudiaban filosofía y otras materias, además discutían sobre el estatuto de nación oprimida bajo la dominación del Estado haitiano, y, se hacían prácticas de esgrima como entretenimiento militar para el futuro que les aguardaba inexorablemente.

El despliegue de actividades organizativas y conspirativas de Duarte, viajando vestido de agrimensor a los campos y parajes en la década de los cuarenta del siglo XIX, con el fin de ganar adeptos para la causa, pasó desapercibido para los calieses y delatores.

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Duarte: independencia, no separación

Cada cuadro político trinitario tenía asignado un lugar de trabajo específico que recibía las debidas orientaciones políticas.

Hay consenso en torno a La Dramática como agrupación de teatro para educar y agitar las conciencias en aras de la independencia y de estas actividades se llevaban a cabo registros contables de los ingresos para rendir cuentas, lo cual es ejemplo y debería hoy ser exigencia a todo funcionario electo o designado que maneje fondos públicos.

Ni los más acérrimos enemigo de la existencia del Estado y la nación desafían el hecho que Duarte formó La Trinitaria, escribió el juramento, convocó las históricas reuniones de   adhesión que se realizaron en la mañana y en la tarde del 16 de julio de 1838, dio lectura al texto-juramento y conminó a su firma a todos los compromisarios de las futuras cooptaciones y aportes materiales a la causa, culminando con su elección como máximo dirigente y caudillo de la gesta independentista.

Entre los escépticos de ayer y hoy, que dudaban y dudan de la creación y funcionalidad del Estado-nación como forma suprema de concreción de los objetivos jurídico-políticos del pueblo-nación, que lucharon y luchan, para apocopar su soberanía, territorio y recursos, no aparece quien desmienta que Duarte envió dos veces emisarios a Haití a contactar a los que formaban el movimiento La Reforma que conspiraban contra Juan Pedro Boyer.

Además, encabezó la destitución de las autoridades de Boyer en la parte Este, y dejó bien claro que admiraba al pueblo haitiano y su historia, y sostuvo que, si Estados Unidos, Francia y Haití estaban organizados como Estados, ¿por qué los dominicanos no? No hay forma objetiva de acusarlo de racista, excluyente o simplemente ser separatistas, era partidario de la independencia frente a cualquier potencia extranjera sin mediatismo alguno.

Duarte dirige las acciones militares de 1843 que derrocó la dictadura de Juan Pedro Boyer en la parte Este y que ese evento trascendente puso fin a los 25 años de gobernar a Haití y 21 de ocupar la parte Este, como mentís a quienes le regatean entereza militar y lo reducen a poeta soñador.

¿Puede negarse que creó la Junta de Santo Domingo­­ integrada por haitianos y dominicanos y que pretendía la proclamación de la independencia en 1843?

Al triunfar la Revolución de la Reforma, Charles Herald ascendió al poder en Haití y desató una tenaz persecución contra los trinitarios que propugnaban por la independencia nacional. Mella fue hecho prisionero en el Cibao y llevado como tal a Puerto Príncipe. Los batallones 31 y 32 integrados mayoritariamente por jóvenes dominicanos fueron trasladados a Puerto Príncipe.

Duarte y otros compañeros tuvieron que pasar a la clandestinidad y evadieron la persecución apoyados en la efectividad del trabajo de masas que habían llevado a efecto y así lograron salir del territorio y salvar sus vidas, toda vez que contra algunos pesaban amenazas de muerte.

Otros, como Sánchez y Vicente Celestino esquivaron el asedio y rearticularon los trabajos en pro de la independencia, desplegando gran labor de organización, contactos y alianzas tácticas.

¿Hubo algún conservador de los que luego acusaron, persiguieron y deportaron a los patricios que haya sufrido persecución de las autoridades haitianas? Ninguno, antes, al contrario, fueron colaboradores entusiastas de los opresores; además, de delatores.

Era tal la tradición de genuflexión ante el extranjero opresor que primero colaboraron con la dominación francesa de 1802-1809, impidieron la libre discusión en la Junta de Bondillo en diciembre de 1808 y retrotrajeron la nación a la condición de colonia española, estando España ocupada por el ejército napoleónico y desaprovecharon la ocasión para una acción emancipadora con la coyuntura a su favor; por demás  hicieron prisioneros a Ciriaco Ramírez, portador de ideales libertarios;  y, como era de esperarse, volvieron a ser colaboradores de las autoridades coloniales durante “La España Boba” de 1809 a 1821 en medio de una aguda crisis del orden colonial hispánico en todo el continente. Su abyección es innegable.

Los conservadores abrazaron al opresor haitiano entre 1822 y 1844 y obstruyeron las labores de los trinitarios, llamándolos filorios y distribuyendo volantes infamantes.

El punto culminante de su praxis política antinacional es la firma de un tratado anexionista con Francia conocido como Plan Levasseur, que le otorgaba privilegios a cambio de ceder el territorio para reconquistar a Haití y enajenaba el territorio nacional y la soberanía.

Duarte y los trinitarios ripostaron llamándoles orcopolitas y oportunistas colaboradores de franceses, españoles y haitianos, que aspiraban a ministros y otros cargos antes de la fundación de la Republica.

Después de tantos sacrificios, dolor y lágrimas vertidas por los patriotas nacionales, los conservadores anexionistas (hispanófilos, afrancesados, pro ingleses y pro yankis), racistas: enemigos de los negros nacionales y de los haitianos, obviamente.

Todo lo resolvían manu militari, impidieron el ascenso de Duarte a general del ejército, le llamaron anarquista, lo encarcelaron y deportaron junto a cientos de patriotas.  Iniciaron una sistemática labor para borrar a Duarte de la conciencia nacional, apropiarse sus laudos y los de Antonio Duvergé. 

Todo ello, expresaba la profundidad de las contradicciones de clases a nivel político-ideológico entre conservadores y nacionalistas radicales, donde destacan Tomás Bobadilla líder y principal intrigante, Pedro Santana como usurpador, Buenaventura Báez como politicastro y Manuel de Jesús Galván como amanuense.

Hoy Duarte es conocido muy superficialmente, en forma episódica y descontextualizada, gracias a esa labor de zapa, entre otros factores. Se publicita su nombre, no su trayectoria y su proyecto.  Su proceridad no se entiende al margen del contexto histórico de la época y esta se omite. Todos han oído hablar de él, pocos de su abnegada labor organizativa y educativa, no solo frente a Haití, sino ante cualquier potencia colonialista.

Los trinitarios no fueron separatistas, tal concepto era propio de los racistas conservadores, pues al derrotarse a los haitianos aspiraban a arrimarse como súbditos a un poder colonial cualquiera, como se demostró con El Acta de Segovia y en 1861 con la anexión. Eran separatistas no independentistas como los trinitarios. Es pertinente no olvidarlo.

Los trinitarios operaron en un medio social y político hostil: tenían la oposición de las autoridades haitianas, de los grupos de poder económico como la burguesía consignataria y los hateros, también fueron adversados por el sector dirigente de la iglesia católica, que era el de mayor influencia entre la población mayoritariamente campesina; y, no todos los sectores medios comprendían y aceptaban la viabilidad del proyecto independentista.

Aun así, el mensaje trinitario logró penetrar ampliamente como lo demuestran las numerosas deportaciones que siguieron después del 27 de febrero de 1844 y los fusilamientos.

Hoy, como ayer, todos los que se asumen dominicanos deben estar alerta ante los intentos de disminuir la soberanía, con imposiciones espurias de potencias extranjeras, organismos internacionales y las ONG, contra el territorio y sus recursos, pues estos son pura y simplemente “enemigos de la patria y por consiguiente nuestros”, pues la República no es ni puede ser parte de ninguna otra nación.

Los ataques velados o abiertos contra el proyecto nacionalista de Duarte (La República), se han expresado intentando cambiar los colores de la bandera (quitar el azul para poner el morado), quitar el escudo de la bandera, cambiar el himno nacional, y oficializar “separación” en vez de independencia y así ir desmontando los simbolismos ideológicos nacionales, a lo que debemos agregar ataques virulentos a las epopeyas nacionales, calificándolas de racistas.   

En ese contexto llama poderosamente la atención el estímulo a la juventud para que emigre, en contraste con mantener cinco consulados en Haití vendiendo visas al granel y la pretensión de establecer campamentos de refugiados en el país y que el territorio sirva como contenedor de las migraciones haitianas a Estados Unidos y a los territorios franceses del Caribe.

Este pueblo acogedor ha recibido individualmente a los españoles después de derrotarlos en batallas sin iguales entre 1863 y1865; de igual manera se ha hecho con los haitianos, con los norteamericanos, pero ello no debe confundirse con debilidades, pues los dominicanos seguirán las certeras orientaciones de seguir la lucha y aparecer como fieles y perseverantes ante la historia, y, sobre todo, con fe  en la justeza de nuestra causa y nunca olvidando que la independencia es la garantía suprema de todos las libertades.

En el 179 aniversario de la independencia hay que reafirmar que somos un pueblo-nación distinto de cualquier otro, que nuestra idiosincrasia incluye la solidaridad y la paciencia lo mismo que la capacidad de vigilancia para con aquellos que pretenden cercenar la soberanía.

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